Verde

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martes, 4 de diciembre de 2012

El Poeta y La Ramita

La ramita quedó en el suelo, cortada en mil partes. El poeta la recogió suavemente con sus dedos rugosos y trató de unirla con la savia, pero ya era tarde. Intentó una y otra vez unir el tallo reseco separado, la carne vegetal amarilla que empezaba a perder vida poco a poco. Pero no pudo hacerlo. Miró alrededor y todas las ramitas en la tierra generosa, reían felices, aunque feas y llenas de codos. ¿Por qué molestarse en salvar a esta?

La ramita que tenía entre los dedos, tenía el tallo reseco, sí, pero se podía apreciar una suavidad juvenil a través de las costras de madera pura e intocable. Su forma y recovecos habían sido erosionados de una forma singular. Daba la impresión de haber pertenecido a lo más alto de un árbol o que viajó por países desconocidos hasta llegar a este lugar. La trajo el viento seguramente, como también trae sonidos de otros lares, y se lleva las ideas, los suspiros y el tiempo.

Las personas, cuando no conocen el significado de una palabra, buscan en el diccionario. ¿Dónde buscar la forma de curar a una ramita? Hay libros sobre medicina, sobre tratamientos para perros. Pero no para ramitas. "Tal vez haya algo en la bolsa" -pensó el poeta. Entonces, hurgó rápidamente en el talego que llevaba y encontró un libro de poemas. "Si la fuerza y la emoción de la palabra derriten el hielo en el corazón de los hombres, algo habrá de hacer con esta ramita" -se dijo.

Cogió con majestuosidad el libro, y empezó:

"Ve, muchacha, también tú y háblale ahora a quien forjó el carácter de su país. Dale tu mano, y acarícialo como al misterio de la vida, esparce este polen de sus versos sobre estas calles inciertas...
Los ángeles se revuelven bajo tus párpados y combaten contra la noche como contra lo que ha sido incorrecto a esta hora cuando todo es límpido y yo tengo un tiempo no más preciso que el que tengo para ir esbozando este poema."
  La ramita se estremeció con las bellas palabras. El llamado de la vida remeció las pocas hojitas que le quedaban. La energía vital surgió de las entrañas de madera y la savia rebalsó a borbotones. Las heridas se fueron cerrando con el pegamento transparente y el verdor resurgió como las raíces del árbol al que perteneció. El poeta sonreía. La ramita se convirtió en una mujer.

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