Todos los días, cualquier día era un día cualquiera, el infernal ruido del ambiente iba acompañado
hace muchos años de la malcriadez de los encargados del transporte público,
algo casi natural, lo que lo hacía infernal era el pensar en que era una rutina
de todos los días, y la verdad es que cualquier paisaje por más impresionante o
desagradable, no significaba nada, habiendo solamente un sentimiento
decepcionante y agotado.
Así eran los días, cualquieras, todos, lo único que distraía
a Carlos Fúmelin era la esperanza de
encontrar súbitamente un cambio, ya que buscarlo nuevamente sería igual de desalentador
que la vez pasada. A veces Fúmelin pensaba en lo que hubiera sucedido si
hubiera hecho cualquier otra cosa en lugar de estudiar esa ridícula carrera, pero
estaba harto, una de las cosas que más detestaba era imaginar su felicidad
habiéndose dedicado a diferentes millones de cosas, aunque a pesar de eso, su
mente se lo recordaba en los peores momentos, esta vez mientras caminaba,
imágenes que iban desde conservatorios ficticios, en diferentes lugares del
mundo, con finos muebles y grandes clases, hasta pelotas de malabarista en un
cuartucho de hotel barato en cualquier parte de Sudamérica, todo era mejor que
su carrera, era verdad. Estos pensamientos duraban casi siempre treinta minutos
más o menos, el trayecto desde el Parque hasta el paradero y de ahí a la universidad,
con un par de tostadas en el estómago y dos cigarrillos hasta el paradero del
barrio, música e incomodidad en la combi y un cigarrillo más del paradero a la
universidad.
¿Cómo se atrevía ese antro llamarse universidad? pensaba Fúmelin, a pesar de
sus excusas, a pesar de su pereza, siempre tuvo claros sus valores por el
verdadero aprendizaje y por los verdaderos maestros, por la cultura, por la
decencia, eso pensaba en quinto de secundaria cuando le hablaban de
universidad, por lo menos eso, lo que paso después fue una lenta y
decepcionante sorpresa.
Al acercarse más a la
puerta principal iba apareciendo la flora y fauna del lugar, chiquillas vestidas
como jóvenes prostitutas, similares a los videos de esa porquería de moda
llamada reggaetón, chiquillos con actitudes
y poses similares, todos sistematizados, autómatas, llenos de pensamientos y
valores vacíos, toda la ciudad se estaba plagando de ese tipo de gente, no solo
ese maldito lugar, en los mejores trabajos, en los peores antros, en el
mercado, encontrar gente fuera del condenado sistema era cada vez mas difícil. En
las aulas era igual, pervertidos mozalbetes que se hacían llamar profesores
acosando a las idiotas muchachas, salvo las decentes que a las justas se hacían
respetar, mujeres y licor sus preferidos temas de conversación, ignorantísimos catedráticos,
infelices ordinarios.
Aún temprano para sus clases Fúmelin se ponía en el balcón del segundo piso a
observar el ambiente, la clase que le tocaba después de todo, era un poco
interesante y el profesor, el doctor
Luis Vafanculo, era un aroogante y pedante soberbio, que a veces se pasaba más
tiempo hablando de sus sobre valorados relojes y viajes que del tema a tratar
del día pero a pesar de eso tenía decencia y valores, sin importar que fuera el
típico pituco engreído de los años 90, era tal vez uno de los mejores elementos
de aquel asqueroso lugar lleno de enfermos casi analfabetos.
Cuando Vafanculo subía las gradas, Fúmelin se dio vuelta
para ir a su salón de clases, pero de pronto, le entro ese maldito nerviosismo
al cuerpo, ese temblor que le venía siempre q estaba cerca ella, la chica que
había visto en las clases de Vafanculo el semestre pasado, Vanessa Nardone, y es que la verdad Fúmelin no podía evitarlo,
era un placer de gracia, blanca y tersa tez, delicados y gruesos labios rojos sonriendo
junto con sus intensamente verdes ojos, sacudiendo suavemente ese cabello lacio
color negro azabache mientras caminaba, ese día el estupor fue mucho peor que cualquier otro, fue grave,
pero agradable. Cuando estuvo a 5 pasos de ella su presión subió súbitamente, Fúmelin
era muy bueno disimulando, ella jamás lo hubiera podido notar, Fumelín tenía una
expresión muy seria, siempre fue así, de esa forma siempre podía disimular como
se sentía, descifrarlo era imposible casi, al saludarla esbozó una sonrisa y
muy casualmente soltó un “hola”, ella con una suave voz y fatal sonrisa le contestó,
fue demasiado, Fúmelin estaba encantado. La clase de hora y media se paso en 15
segundos, muy discretamente, Carlos Fúmelin la veía mientras inventaba millones
de formas para abordarla, cada una más complicada que la otra, cuando de
pronto, Vafanculo dio por terminada la clase y Fumelín salió, dispuesto a
largarse, era otro día más sin atreverse a hablarle.
Fúmelin ya afuera,
vio a Vanessa con su amiga Camila y los tarados de sus amigos, los
típicos imbéciles de los que se esta plagando la ciudad, estaban conversando,
riendo, cómo podía juntarse con esos imbéciles, si ella es diferente, es
encantadora, audaz, original, creativa y escucha excelente música todavía, era
inconcebible, se dijo Fúmelin, y dicho esto paso algo horrible, uno de ellos
la rodeó con el brazo, algo que hace cualquier amigo a su amiga ante los ojos
de un extraño, pero no de Fúmelin, que sintió una furia asesina, suéltala tarado
de mierda, gritó en su cabeza, pero luego hubieron risas, ni siquiera es tu
flaca y mira como te comportas ante eso, pensó, alejándose como escapando se encontró
con unos cuantos amigos con los que intercambio unas cuantas palabras y se
despidió apurando el paso hacia la tienda, pues el sol era cada vez peor y era
urgente una bebida helada, estaba esperando en la tienda pero una se poso en su
brazo….
_Oye tú! _Dijo Vanessa con una linda sonrisa y voz todavía más suave que la
de antes.
_Vane que tal, que haciendo que planes_ Dijo Fúmelin haciendo esfuerzos para
sonar tranquilo.
_Ay, mañana iba a ir al concierto del centro pero la tarada de Camila prefiere
estar con su novio. Aunque creo que iré sola igual, habrán buenas bandas!_
_A que paja, no sabía que te gustaba, yo iré de todas
maneras_ Contestó Fúmelin.
_Claro que me gusta! pero avisa pues, me hubieras dicho antes, tu siempre te
pierdes pues, pero esta vez no ah!, te llamo para juntarnos antes, chau_ Dijo
al fin Vanessa mientras se despedía con un cariñoso beso en la mejilla.
Fúmelin comenzó a caminar tranquilo mientras bebía una Inca Kola helada, parecía
relajadísimo pero por dentro estaba temblando, la voz de Vanessa todavía acariciaba
sus oídos, en su trayecto a casa, rarísimo, pero el tráfico, la gente y los
sucios edificios de la Avenida Salaverry le parecían un paisaje sumamente
acogedor.
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